miércoles, 14 de diciembre de 2011

ILUSIÓN Y NAVIDAD


Teniendo en cuenta el artículo anterior de Carmelo Vázquez, no es de extrañar que los niños sean más tendentes a ilusionarse, teniendo su sistema cognitivo limpio y sin contaminar.

Conectando con mi infancia, recuerdo los nervios que tenía la víspera de los Reyes Magos. No podía dormir de la emoción. Y a la vez, quería dormir para no encontrarme con los Reyes. El ritual navideño comenzaba casi un mes antes, cuando los niños de la casa dábamos la lata a nuestros padres para poner el árbol de navidad. El de casa de mi abuela era el que más me gustaba. Era un árbol mediano, de plástico, muy sencillo pero lleno de chucherías en vez de bolas brillantes. Yo me encargaba de poner el espumillón y de coger algún que otro Chupa-Chups, sin ser vista. A mediados de diciembre, la carta de mis deseos estaba ya lista para el buzón. Sólo quedaba esperar. Las mariposas en el estómago no paraban de aletear hasta la mañana de ese día inolvidable del año. Nos despertábamos muy temprano y nos poníamos a romper papeles de regalo como locos, con los ojos bien abiertos. “Qué grande es… ¿Qué habrá dentro?” Asombrados y con la sorpresa en el cuerpo compartíamos los regalos con nuestra familia. Y no parábamos de reír…


Muchos de nosotros, ya adultos, hemos olvidado estas sensaciones. Como dice esta frase de Totel Poltrona (un payaso catalán): “Cuando crecemos no nos hacemos adultos. ¡Nos adulteramos!”. Probablemente porque nos centramos en lo negativo de la Navidad, como la locura de las compras navideñas, los gastos, el cuñado “pesado” con el que tenemos que cenar, las personas que nos faltan… Quizás se nos olvida disfrutar de lo que tenemos realmente, que es mucho: la compañía de amigos y familia, las cenas especiales con sabores y olores diferentes, escuchar las sonrisas, risas… y reír hasta que nos duela el estómago, cantar canciones, jugar a cartas, brindar y agradecer la buena salud de la que gozamos, compartir momentos con personas que no vemos hace mucho tiempo, abrazar, gozar, sentir…

Deberíamos estar AGRADECIDOS por las cosas buenas (y no tan buenas) que la vida nos ofrece. Sí, también agradecer las no tan buenas, ya que éstas con el tiempo se convertirán en aprendizajes igual de valiosos que las experiencias positivas.

Además la palabra Navidad viene del latín “nativitas”, que significa “nacimiento”. Desde Psiko-Baikor proponemos aprovechar estas fechas para re-nacer, es decir, para cambiar, para volver a sentir, para disfrutar, para comenzar de nuevo…

¿Por qué este año por una vez, no le damos a las Navidades el valor que se merecen?

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