jueves, 10 de octubre de 2013

EL PODER DE LA INTENCIÓN PARADÓJICA




¿Qué es?
La intención paradójica es uno de los métodos más rápidos, más poderosos y menos comprendidos para cambiar la conducta. Mediante una serie de instrucciones que llamamos “paradójicas” se han conseguido éxitos significativos en trastornos concretos como pueden ser la dificultad para dormir, el morderse las uñas y el tartamudeo (disfemia) entre otros.
Los principios teóricos se basan originalmente en las técnicas de la Terapia Breve del psiquiatra Milton H. Erickson y la logoterapia de Victor Frankl.

La denominación de “paradójica” no es gratuita sino que delata la auténtica naturaleza del sistema. Se trata de pedirle al paciente que haga precisamente lo que es objeto de malestar psicológico. Si una persona no puede dormir le pediremos que deje de hacerlo durante un tiempo o unas horas determinadas. Si un niño se muerde las uñas le exigiremos que lo haga durante más tiempo o durante intervalos más largos. Si un joven tartamudea y eso le crea gran ansiedad, le obligaremos a que tartamudee con mayor frecuencia y durante más tiempo de forma voluntaria.

Son procedimientos construidos para sorprender. Son contrarios a las expectativas de los pacientes sobre su visión de la naturaleza de la función de la terapia.

La técnica parece de entrada irresponsable y contraria al sentido común. No se entiende como potenciando lo que se intenta erradicar se va a solucionar el problema. Esta es la gran paradoja de la técnica que a continuación exponemos.

¿Cómo funciona?
La eficacia de la Intención Paradójica se basa en el principio fundamental de que los pacientes intenten llevar a cabo la conducta que están evitando. De esta manera, el proceso circular, que se mantiene a sí mismo, se rompe, puesto que el intentar realizar la conducta no deseada es incompatible con la ansiedad anticipatoria y, por tanto, la neutraliza.

Imaginemos una persona que sufre insomnio. Se acuesta puntualmente pero no logra conciliar el sueño hasta una determinada hora de la madrugada. Ello le comporta problemas para despertarse por la mañana. Además, cada día, al acercarse la hora de ir a dormir, manifiesta mucha ansiedad ya que anticipa su fracaso en el intento de dormir. Pues bien, la técnica consiste precisamente en pedirle, como parte del tratamiento, que no trate de dormirse hasta más tarde de lo que lo hace (las horas deben concretarse según las circunstancias). ¿Qué conseguimos con ello? De entrada situamos el origen del problema en una causa externa al paciente (ahora ya no duerme debido a que no logra conciliar el sueño, sino porque así se le ha exigido). El primer efecto es disipar la ansiedad de anticipación con lo cual es muy probable que el resultado sea la aparición del sueño antes de lo esperado.

En el caso de las disfemias (tartamudeos) al permitir e incitar a que el niño tartamudee voluntariamente, durante un tiempo controlado, puede tener también unas consecuencias reductoras de la ansiedad y producirse una mejora.

Otro ámbito de aplicación puede ser en el de la cama mojada (enuresis). ¿Qué sucedería si le diéramos permiso o le pidiéramos a un niño que se hiciera pipi cada día durante un tiempo? Probablemente si ese problema va asociado a unos altos niveles de ansiedad por parte del niño, el sentirse liberado del mismo podría significar una mejora.

No estamos afirmando que esta sea una técnica milagrosa sino que tiene una gran capacidad terapéutica si se sabe utilizar con creatividad y en combinación con otras técnicas mas usuales. Evidentemente tiene sus límites. El principal es que su mayor eficacia está condicionada a que junto con el problema que queremos tratar se de un cierto nivel de ansiedad en la persona o niño. Como se ha expuesto la técnica incide directamente sobre las propias cogniciones al invertir los roles.

Otra limitación importante es que debe utilizarse con preferencia en aquellos casos en que las técnicas convencionales han resultado inútiles. Por ejemplo, en un caso de insomnio, donde se ha podido utilizar un entrenamiento en relajación con mal resultado, podría ser un buen candidato a la intención paradójica. Ahora no hablaríamos de intentar dormirse relajándose progresivamente sino preparar la habitación con la intención de mantenerse el máximo tiempo despierto posible. En concreto, los máximos beneficios se lograrán en aquel tipo de paciente que experimente “esfuerzos para dormir” y que padecen una ansiedad considerable sobre las consecuencias negativas de la perdida de sueño.
En general, pues, podemos afirmar que la técnica funcionará mejor con personas con preponderancia de síntomas cognitivos que no con aquellos en los que predominen los conductuales.

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